sábado, 27 de junio de 2009

ORGULLO AMERICANO


Envidiamos a los norteamericanos. Sí, reconozcámoslo, los vemos superiores a nosotros. Nos parecen únicos, especiales y superiores.
Ellos ganan cientos de medallas en cada olimpiada, con los mejores atletas. Tienen el mejor cine, los mejores actores y los mejores músicos y cantantes.
Celebran elecciones al gobierno y todo el mundo está pendiente al resultado. Sus calles lucen patrióticas banderas en cada esquina y todos se saben el himno mejor que sus propios nombres.
Estados unidos es el centro del mundo, nos guste o no.
La pregunta es por qué los vemos así y la respuesta es fácil: por su optimismo.
Los Estados Unidos de América son un pueblo joven y, por tanto, confiado y temerario. No tienen el recorrido de Europa, con lo que no arrastran su historia; sus guerras, sus penurias, sus etapas oscuras…
El europeo es receloso, temeroso y a la vez pesimista. La historia de Europa ha vivido mucho dolor y ese estigma corre por nuestra sangre. Conocemos el miedo; lo tememos y lo respetamos. Pero sobre todo, por la historia que nos precede, conocemos nuestros riesgos y actuamos o dejamos de actuar en consecuencia. En resumen; por conocimiento del pasado vivimos el presente temiendo al futuro. Somos claramente pesimistas.
El norteamericano, por el contrario, no conoce esa sensación. Ellos son como niños: arrojados y orgullosos. No conocen realmente el miedo, no desconfían de los que les rodean y sienten la fuerza del grupo. Y eso los hace fuertes. Viven el presente sin pensar en el pasado y tienen mucha esperanza en el futuro. Son en base optimistas.
El optimismo y el orgullo americano siempre están presentes y son ellos mismos los primeros que se sienten superiores. Un ejemplo muy simple es el siguiente: cuando un europeo visita cualquier país de habla diferente a la suya, hace lo posible por hablar un poco esa lengua y lograr así ser entendido por los lugareños. El americano por el contrario, no hace el más mínimo esfuerzo por hacerse entender y da por hecho que los lugareños deberían hablar su idioma.
Esta forma de ser, esta forma de ver las cosas, nos resulta repelente pero a ellos les vale para vivir en ”su mundo” y ser muy felices. Hay gente que cree en dios simplemente para sentirse protegidos. Los norteamericanos creen en sí mismos para sentirse únicos y superiores. Y no es que lo sean, ni mucho menos, pero la mente es el más fuerte de los órganos del cuerpo humano.

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