martes, 12 de mayo de 2009

RÁPIDA HISTORIA DE MÍ (Según mi escasa memoria)





Algunos me llaman Chiko, y otros me llaman por mi nombre. Nací un frío veinte de noviembre de 1973. Mientras Franco agonizaba y posteriormente la palmaba por la gracia de dios, yo soplaba dos velitas encima de una tarta (las velitas, no yo)
Lo de Franco, no lo puedo asegurar, pues se dice por ahí que ya estaba muerto de antes.
Y lo de la tarta y las velitas tampoco, la verdad, pues no tengo buena memoria precisamente.
Pero nacer, sí que nací, eso lo puedo jurar.

Me crié en un barrio humilde, de currantes y amas de casa, allá cuando los niños jugábamos en la calle, el sol nos quemaba la cara y no durábamos más de cinco minutos con la ropa limpia.
En mi familia éramos bastante apegados. Lo digo porque éramos siete hermanos en un mismo piso. Y dos perros, muchos canarios, alguna que otra tortuga… ¡Incluso recuerdo un cervatillo! Tengo su imagen tan clara en la cabeza que estoy casi seguro de que no me lo invento.
Por lo demás, las típicas “aventuras” de una familia numerosa; ducha por turnos (las comidas también), kilos y kilos de ropa sucia para mi santa madre, literas (ese gran invento), y para mí, el peque de la casa, ropa y libros de texto de segunda y hasta tercera mano. Es increíble la de garabatos que se pueden hacer en un mismo libro cuando pasa por varias manos.

Mis amigos eran muy diversos; unos eran cafres y otros menos cafres, morenos y rubios, incluso había un calvo (¿o era un mote?). Altos y bajos, gordos y delgados, feos y feos… Lo normal.
Jugábamos día y noche. A lo que fuera, aunque si era peligroso, mejor que mejor. Nos peleábamos por gusto y presumíamos de postillas. Nada fuera de lo común.
Lo peor era cuando llegaba el verano (maldito verano), y no me quedaba otra que jugar con el único amigo que no veraneaba en la playa: yo. Bueno, había otro, aunque no sé quién era más aburrido de los dos. Además, yo conmigo siempre jugaba a lo que yo decía.

“Estudié” en un colegio público, de esos de chándal y bocata de Tulipán, en aquella época en la que ya era raro ver a un profesor tirar de la oreja a un alumno, aunque alguno vi. ¡Lo que cambian las cosas con el tiempo!
Tengo buenos recuerdos de aquella etapa, sobre todo de los recreos y de los días de lluvia, en los que de camino al cole me entretenía haciendo agujeros en el suelo mojado con la punta del paraguas. Entonces surgía un efímero chorrito de agua, como si fuera petróleo… ¿o era mi hermano el que hacía aquello? Bueno, algo recuerdo.

De allí, a algún otro intento de “estudiar”, no muy convencido. Entre este camino, por suerte, pude echar parte de lo que llevaba dentro sin hacer daño a nadie, pintando, dibujando y modelando.
¡Eso sí que lo recuerdo bien! Las tardes de lluvia, resguardado en el aula, viendo y oyendo el repiquetear de la lluvia por las cristaleras, mientras mis dedos se dejaban llevar por ese barro que parecía vivo y mi mente se perdía incluso más de lo habitual.

Cuando empezaba a conocerme, la “madre patria” se acordó de mí (a esa no le falla la memoria, vaya). Nueve meses eran por aquél entonces (hubo un tiempo en que eran muchos más, así que incluso me podía considerar afortunado). Ya existía la objeción de conciencia y la prestación social sustitutoria pero, no sé, quizás por falta de información o por mi pereza innata, me dejé llevar, como siempre. ¡Es que oponer resistencia a lo que te llega por que sí, cansa tela!
De aquél “embarazo” (nueve meses), recuerdo anécdotas, pero las dejo para mis nietos.

Una vez “hecho un hombre”, estaba preparado para afrontar la vida laboral.
Mi primer trabajo… Prefiero no recordarlo. El segundo, tres cuartos de lo mismo. El tercero, peor. Y así hasta perder la cuenta. Esta parte ni para los nietos la dejo.

Pero no puedo negar que tanto la mili como mi experiencia laboral me aportaron mucho, me ayudaron a madurar y sobre todo, crearon mis pautas de comportamiento para todo lo que se me vendría encima a lo largo de mi vida. Pautas que me gusta siempre expresar gráficamente (Véase la foto de arriba, la de mis primos lejanos)
Eso sí, hubo algo que sí que marcó mi vida para bien. Una persona a la que conocí y con la que llevo trece o catorce años (Sé clemente, esposa mía, sabes que no ando muy bien de memoria, pero seguro que no me equivoco por más de un año, espero). Esa persona es… coño, si ya lo he dicho. Pues eso, coño… digoooo mi mujer. ¡Coño!
Los que no me llaman por mi nombre dicen que ella me dio la vuelta como a un calcetín. Puede que lleven razón, pero quizás no sepan que yo le ofrecí el calcetín mucho antes de que ella se lanzara a por él. (¡Y vaya si tuvo “un par” para cogerlo!)
Y es que ella siempre ha sido mi luz cuando estoy perdido.
Ella es mi hombro cuando me he dormido.
Ella me ofrece la mano cuando me he caído.
Ella me calienta cuando estoy frío (Aunque cuando estoy caliente no me enfría. Curiosssso…)
En fin, con ella y por ella, yo sigo. ¿Hacia dónde? No lo sé. Pero si ella me lo pide, yo sigo. Y espero que algún día lleguemos pues, aunque considerablemente menos, me sigo sintiendo perdido.

Y a día de hoy, aún sigo. Sin muchas ganas, pero sigo. Buscando la sombrita, y muy lejos de donde me gustaría haber nacido.
Dicen por ahí que querer es poder. Y yo digo: poder, no es querer… Al menos no siempre.

1 comentario:

  1. Pocoyó grande...19 de mayo de 2009, 23:26

    Me gustan los colores de este blog. Y me gusta la autobiografía -creo que es así- de su firmador. Me encanta que haya mencionado las postillas, las literas y los problemas de memoria. En eso estamos gemelamente unidos. Yo creo que es una suerte tener parientas tan guays, yo también tengo esa fortuna, porque mi media naranja es para mí naranja y media. Ciertamente criaturas así no son fáciles de hallar y mucho menos cuando hay calcetines por medio. Pero una vez encontradas la Vida se torna mayúscula y élfica y el Amor nos zurce las heriditas y nos hilvana las cicatrices y así vamos viviendo que no es ni poco ni mucho, porque en realidad es TODO. Este amigo bloguero con A. de Guapo (porque llamarse A. es señal de guapura) debe de ser un buen conversador y estoy deseando tener una charla pausada con él y también me supongo que es una Persona con P de Paciencia, así que apretaremos pacientemente lo que sea menester para que no nos lleven los vendavales. Y sobre todo, apretaremos para que nos importen mucho las cosas de la gente que nos importa y nos importen un pirulí las cosas de la gente que no nos interesa. Coincido contigo, Amigo mío, poder no es querer, al menos no siempre, pero si se puede, es mejor querer, querer de cariño, que eso sí que te cura todos los zurriagazos. Muchas gracias por este blog cariñoso, paciente, interesante, importante, queriente y pudiente. ¡¡¡Ole tú!!!

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